Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1871-1872 (Cortes de 1871 a 1872)
Sesión: 19 de junio de 1871
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Respuesta al Sr. Sardoal
Número y páginas del Diario de Sesiones 67, 1.789 a 1.793
Tema: Pregunta del Sr. Sardoal sobre los excesos lamentables en la noche del 18 de junio en Madrid

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Sres. Diputados, al ver la poca prudencia de los unos y la intolerancia de los otros, hay momentos en que se apodera de mi ánimo la duda de si en este país puede afianzarse verdaderamente la libertad. (Rumores.)

El Sr. PRESIDENTE: Orden.

Si no fuera por la fe que tengo en la libertad; si no fuera porque por las pruebas por que está pasando este país han pasado y pasan otros que se llaman la cuna de la libertad, seguramente esta duda, que algunas veces se apodera de mi ánimo, sería más duradera.

Tratábase ayer de hacer una manifestación religiosa, manifestación que, a no haber tenido otro carácter, [1.789] se hubiera hecho con el respeto, la consideración y el asentimiento de todo el pueblo de Madrid, como sucede con las manifestaciones verdaderamente religiosas. Pero, señores, si examinamos un poco los antecedentes y las circunstancias que han concurrido a la manifestación religiosa que ayer se quiso hacer, veremos que esta manifestación religiosa se hizo esencialmente política. ¿No era un gran precedente para la manifestación religiosa la sesión que aquí tuvo lugar el otro día? Y no me refiero al incidente desagradable que en ella ocurrió, porque no quiero recordarlo: se trataba de pedir al Congreso una declaración para felicitar a Pío IX por el vigésimo quinto aniversario de su exaltación al Trono pontificio.

Esta era una cuestión independiente de los partidos; ésta era una cuestión de católicos realmente; y a pesar de la oportunidad o inoportunidad de traer cuestiones de esta naturaleza a Asambleas políticas, es la verdad que una vez traída no debió haberse traído como se trajo, porque cuando se trata de cuestiones independientes de los partidos y de que estos se unan para dar fuerza a lo que se quiere hacer, hay que contar con todos los partidos.

El primer carácter de la proposición fue, no sólo no costar con ningun partido, sino que aun dentro del partido que la hizo no se procedió, a mi entender, en la forma y con las consideraciones que tenía el objeto elevado a que se encaminaba. No se contó con ningun partido; no se contó con el Gobierno; no se contó con nadie; se hizo una proposición que ni en su forma era pertinente, atendido el objeto a que se encaminaba. Y, señores, hasta el encargado, al parecer como autor de defenderla, permítame que se lo diga, el Sr. Nocedal, a quien yo respeto mucho por su ilustración y su talento, pero no era el más a propósito para venir aquí a hacer que el Congreso español felicitara por el vigésimo quinto aniversario de Pío IX por su exaltación al Trono. Donde hay Prelados, donde hay personas que no tienen ese tinte político que se reconoce en otras, no se comprenda cómo el más joven, ya que no el menos ilustrado, el más inexperto, y por eso mismo el más apasionado, políticamente hablando, viniese, señores a hacerse eco de una proposición semejante. Era desde luego dar al asunto un tinte político, un carácter, una tendencia política que no debían haberle dado aquellos que querían que el Congreso español se hubiera congratulado de lo que en la proposición se pedía que se felicitase. Pero como si esto no bastase, Sres. Diputados, todavía hay otro hecho. En esa misma proposición se revela la tendencia de sus autores. Tenía la proposición en realidad dos partes: referirse la primera a felicitar simplemente al Sumo Pontífice por haber llegado al vigésimo quinto aniversario de su reinado; y después, la segunda parte, referíase a otra cosa que no tenía nada que ver con la felicitación, que era perfectamente contraria a la felicitación. Algunos Sres. Diputados, y Diputados de la mayoría, quisieron que se dividiese la proposición para votar la primera parte; y la misma fracción, de cuyo seno salió esa proposición, se opuso a la división en dos partes de la misma, es decir, que se opuso a que se votara la proposición en el sentido de que fuera una felicitación sincera y verdadera al Padre común de los fieles. Y esto todavía lo hizo la mayoría, a pesar del discurso con que se apoyó la proposición, que en vez de ser de palabras sencillas y frases cariñosas en felicitación al Santo Padre, era de diatribas políticas, de frases esencialmente políticos contra ciertas tendencias, y en favor de otras tendencias y aspiraciones.

Si miramos, pues, la proposición que salió de cierto lado de la Cámara como un precedente a la manifestación religiosa de ayer, no puede ser un precedente más desgraciado. No basta esto. Llega el día de ayer y empieza la manifestación por colgaduras en los balcones. Yo sé, como sabían todos los Sres. Diputados, las dudas y las vacilaciones que muchos vecinos de Madrid tuvieron para colgar. Yo sé que en muchas casas no se colgaba esperando ver lo que hacía un vecino que no fuera considerado de las opiniones de la fracción que había dado lugar a la manifestación y que quería dar a ésta un carácter político que no debía tener. Yo sé que muchos que no pertenecían a esa fracción, colgaron, y que después sintieron haber colgado y vinieron a la autoridad, y vinieron a mí a quejárseme, diciendo que en algunas partes aparecían lemas que indicaban bien que la manifestación pública de felicitación que se quería hacer al Papa, no era para el Papa; y que ellos protestaban de la manifestación, porque teniendo entendido que lo que se había dicho a la autoridad era que se trataba de una manifestación religiosa y nada más, y traduciéndose después en manifestación política, se quería, valiéndose de una especie de superchería, hacer solidarios de esas manifestaciones a gentes que no querían hacerla, y que en todo caso estaban dispuestas a hacerla en sentido contrario. El carácter pues, de la manifestación que ayer se quería hacer, era evidentemente político. Así lo comprendió el pueblo de Madrid; así lo comprendieron muchos, que llevados de su catolicismo quisieron dar mayores fuerzas a las pruebas de afecto, consideración y respeto que se atribuían a esa manifestación. Y la prueba de que el pueblo de Madrid hizo una distinción esencial entre la manifestación religiosa que había ofrecido y la manifestación política que aparecía, fue que ayer, día de procesiones, creo que hubo 11 en Madrid; una de ellas importantísima, que tiene lugar todos los años con gran pompa, solemnidad y boato, que es la Minerva que sale de San Sebastián, se verificó con el mayor orden y respeto por parte del pueblo de Madrid. No tuvo lugar la procesión, que formando parte de la manifestación al Papa, había de haber salido de la iglesia de San Isidro; no tuvo lugar esa procesión, yo no sé por qué. (Rumores.)

Digo que no sé por qué, por no decir que no tuvo lugar por diferencias ocurridas entre las tres asociaciones que eran las que iban a hacer la procesión. Así lo ha dicho alguno, de los presidentes de éstas; no por ninguna otra causa; pero, en fin, sea por lo que quiera, el caso es que no tuvo lugar. El día de ayer se pasó sin novedad. El pueblo de Madrid transitó tranquilamente por las calles, viendo los balcones sencillamente colgados unos y con ciertos lemas otros.

Que colgaron muchos que no eran pertenecientes al partido que había tomado la dirección de esa manifestación, lo prueba que colgaron algunos que después quitaron las colgaduras, y que otros protestaron que no hubieran colgado de ninguna manera, porque no pertenecían a ninguno de esos partidos. Casa de Diputado sé yo que se colgó, cuyo jefe de familia está muy lejos de pertenecer a ninguno de los partidos que en esa manifestación tomaron parte.

Llegada la noche, y a pesar de las disposiciones que la autoridad tenía adoptadas, se cometieron atentados indignos de la libertad o indignos de un pueblo culto. Fue atacado el derecho de aquellos que querían hacer una manifestación, siquiera fuera político; y hay que tener en cuenta que en la opinión de todos, y sobre todo [1.790] en el conocimiento de la autoridad, no se había puesto otra clase de manifestación que la manifestación religiosa; pero aun cuando se hubiera visto que no era éste el objeto, sino que era una manifestación política, la verdad es que debió dejarse a los manifestantes en completa libertad.

Los excesos que se cometieron anoche, son lamentables, son punibles; nadie más que el Gobierno los lamentó, y nadie más que el Gobierno está interesado en que no vuelvan a reproducirse.

Grupos numerosos que obraron al parecer con gran rapidez, faltando al derecho de los demás, atentando a la dignidad: de los demás y a su dignidad propia, cometieron atentados que no quiero yo calificar ahora, porque a los tribunales cumple calificarlos, pero dieron el espectáculo triste que es preciso no vuelva a reproducirse. Algunos agentes de la autoridad cumplieron con su deber impidiendo que el mal fuera mayor disolviendo grupos, teniéndose que valer para ello de la fuerza. Otros agentes de la autoridad, o más cobardes, o menos dispuestos a cumplir con su deber, no pudieron o no quisieron disolver esos grupos; algunos sé que fueron completamente arrollados por ellos, pero su obligación era haber muerto en cumplimiento de su deber: no lo hicieron, y todos esos agentes de la autoridad que no han cumplido con su deber en opinión del Gobierno, están sometidos a una información, y hay de ellos veintitantas parejas de orden público, hay tres inspectores de orden público en el mismo caso, y hay además cuarenta y tantas personas presas, de Ias cuales me parece que veintitantas están ya en poder de los tribunales, y el resto a disposición de Ia autoridad, que los entregará a aquellos tribunales inmediatamente que forme las primeras diligencias.

A los agentes de la autoridad que no hayan cumplido con su deber, tratará el Gobierno de imponerles el castigo que merecen; después se lo impondrán los tribunales si de las informaciones que se hagan resulta que deben ir también a los tribunales: en cuanto a los demás presos, el Gobierno espera que los tribunales cumplirán con su deber.

El gobernador de la provincia, que había tomado todas las medidas que en su opinión podían impedir los excesos que anoche pasaron u otros mayores que pudiera haber, y que a pesar de sus disposiciones no se evitaban todos los excesos, ha presentado su dimisión.

El Gobierno, pues, está resuelto a castigar los atentados de anoche con mano fuerte, a que se les aplique todo el rigor de las leyes. (El Sr. Marqués de la Vega de Armijo: Ya lo veremos.) Ya lo veremos, porque no hay nadie más interesado que el Gobierno en esto; pero es necesario también que así como está el Gobierno dispuesto a castigar los atentados de anoche y a impedir que se reproduzcan, es necesario también que los que en parte o en todo, que los que directa o indirectamente son causa de esos atentados, se moderen en su proceder, ya que se me ha interrumpido. (El Sr. Marqués de la Vega de Armijo: ¿Quiénes son?) Los carlistas y los que no son carlistas. (Grandes rumores y protestas.)

Yo siento, Sres. Diputados, que algunos compañeros nuestros, que no son carlistas, al decir yo que tenían la culpa los carlistas y otros que no son carlistas, se hayan dado por aludidos: ellos sabrán por qué. (El señor Marqués de la Vega de Armijo: Pido la palabra para una alusión personal, indigna del Sr. Ministro de la Gobernación .) (Grandes rumores. Algunos Sres. Diputados de mayoría piden que se escriban esas palabras .)

Yo siento mucho que el Sr. Marqués de la Vega de Armijo, persona a quien estimo y quiero, dejándose Ilevar de la pasión, porque no otra cosa le podía mover, al ver Io que yo he dicho, cuando no tenía motivo ninguno, haya pronunciado palabras que no son dignas ni de la compostura ni de la educación de S. S., cuando yo no hacía a S. S. alusión ninguna.

Yo he dicho que no habiendo aludido a ninguna fracción más que a los carlistas ya otros que no son carlistas, S. S. sabrá por qué se ha exasperado, cuando se ha creído aludido. (El Sr. Marqués de la Vega de Armijo: Como no somos carlistas, podía haber sido a nosotros.)

El Sr. PRESIDENTE: Orden.

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Digo, Sres. Diputados, que es necesario averiguar las causas por que los pueblos pueden llegar a momentos de exaltación, y mucho más los pueblos meridionales, sin que por eso estén privados también los pueblos del Norte; porque hechos semejantes han tenido lugar muchas veces, y tienen todavía lugar en esos países fríos que habitan gentes de temperamento más tranquilo y menos susceptible que el nuestro. Digo que es necesario que averigüemos las causas, y que todos, los unos más, los otros menos, cada cual en la esfera en que se mueve, procuren extirparlas, procuren, por lo menos, no producirlas en honra de la Nación española, en bien de las instituciones, en bien del Gobierno del Estado, no del Ministerio, sino del Gobierno de Ia Nación, esté representado por éste o por otro Ministerio.

Se hacía esta manifestación: yo tengo la evidencia de que si la manifestación se hubiera hecho sinceramente por un sentimiento religioso, de que si la manifestación se hubiera hecho única y exclusivamente por el Papa, a pesar de que el Papa todavía no ha reconocido la situación que atravesamos en España, a pesar de que el Papa no ha reconocido la legalidad por medio de la cual estamos aquí reunidos todavía, la población de Madrid en su mayoría, prescindiendo de toda cuestión política se hubiera felicitado, y hubiera celebrado que el Papa Pío IX hubiera llegado al vigésimo quinto aniversario.¿Pero es esto lo que se ha hecho? iAh, señores! Que no soy yo sólo el que se lamenta de estas cosas; que no soy yo sólo el que se lamenta de que se quiera hacer de la religión un instrumento de la política, no; que lo Iamentan los más amigos de la religión, que lo lamentan sacerdotes insignes, que lo lamentan personas colocadas en altísimas posiciones dentro de la Iglesia; y yo sé y he sabido con gusto que el Internuncio de Su Santidad, al saber que se le quería dar una serenata, rogó ir la autoridad que impidiera se le hiciese esa manifestación; y habiéndole contestado la autoridad que no lo podía impedir porque las leyes no le daban en España esa facultad, contestó: " pues bien, yo tengo aquí un carácter extranjero, y no puede hacérseme esa manifestación sin que yo quiera; y yo no quiero, porque el giro que se ha dado a esta cuestión es muy digno de lamentar, porque está contradiciendo los intereses de la religión, porque está comprometiendo los intereses del Papa y de la Iglesia con estas aberraciones políticas."

¿Era política o era religiosa la manifestación de ayer? Pues lo dicen los órganos del partido que ha tomado bajo su dirección esa manifestación, y que ha querido ser exclusivo, tan exclusivo, que ha querido alejar a todos los demás partidos de que puedan adherirse a esta manifestación. ¿Para qué? ¿Es que queréis tanto al [1.791] catolicismo y al Papa que queréis que no haya más católicos que los carlistas?

Es decir que queréis, insensatos, que en España no haya más que ateos, protestantes o carlistas; así es como servís los intereses del Papa y de la Iglesia; así es como servís los intereses de la religión.

Oíd lo que decía ayer uno de los órganos de ese partido, con motivo de la felicitación que dirige al Papa el día en que se quería que el pueblo de Madrid entero se uniese a esa manifestación. Dice así:

" Así como está (la Virgen) Madre del Salvador de los hombres, aplastó con sus purísimas plantas la cabeza de la infernal serpiente, así Pío IX aplastará también con el Syllabus la cabeza del liberalismo, verdadera serpiente del siglo XII"

Y en otro lugar, dice: " El primero fue San Pedro; el último es el de hoy, Pío IX.

Los anti-Papas, han sido 42.

El primero fue Novaciano; el último fue Amadeo, Duque de Saboya."

Así es como se iba haciendo comprender al pueblo de Madrid que la manifestación que ayer se hacía al Papa, las colgaduras que se ponían, los faroles y las iluminaciones que se encendían, no eran para el Papa, sino para D. Carlos.

Que el Papa va a matar al liberalismo. ¿Y qué conseguís con hacer creer a todos que el Papa es enemigo de la libertad? Ya sé que hacéis una distinción entre liberalismo y libertad; pero es que lo que llamáis liberalismo es la libertad nuestra, y lo que llamáis libertad es la vuestra; pero es aquella libertad que pasa por la Iglesia, es decir, cuyo programa político es el Syllabus: esa es la diferencia que establecéis; la libertad para vosotros, pero libertad cuyo programa político es el Syllabus; y para nosotros lo que llamáis liberalismo. ¿Pero qué va ganando el Papa, que va ganando la religión con hacer creer que el Papa y la religión son enemigos de la libertad?

Ya sé yo que al llamar anti-Papa a Amadeo, Duque de Saboya, no queríais llamar anti-Papa a Amadeo, Duque de Aosta, hoy Rey de España, sino a uno de sus ascendientes. Pero lo habéis hecho de tal manera, que todo el mundo creyó ayer aquí que os referíais al Rey de España.

Os reís, porque decís sin duda que eso lo debían saber . La mayor parte del pueblo no está en esos perfiles, y quizás alguno de los que ahora se ríen no lo sabrían si no fuera por un artículo que ha publicado en La Ilustración una persona muy ilustrada.

Pero ¿pasaba esto sólo en Madrid? ¿Ha sido sólo en Madrid donde se ha querido dar a esa manifestación la tendencia que se le ha dado? ¿Era sólo en Madrid donde se excitaba a las gentes sencillas, y hasta se les regalaban las colgaduras con que adornar los balcones, valiéndose para ello de las señoras, y quizás introduciendo en algunas casas no pequeños compromisos? ¿Era sólo en Madrid donde se hacía entender, por medio de las asociaciones religiosas, que la manifestación no tenía otro objeto que celebrar el vigésimo quinto aniversario del Papa, mientras que los maridos, hombres políticos unas veces, de sociedad otra, estaban persuadidos de lo contrario, y se daba lugar a esas luchas de familia de que os estáis haciendo responsables todos los días? No son pocos los disgustos y las luchas de familia a que estáis dando lugar con vuestra manera de proceder. ¿Era sólo en Madrid, vuelvo a preguntar, donde todo esto sucedía? Ciertamente que no, porque lo mismo ha sucedido en otras ciudades de España. Por ejemplo, de Cuenca me dice aquel gobernador lo siguiente:" Acaban de participarme que esta mañana han aparecido algunos pasquines en que se decía: Viva Pío IX, Rey; exterminio a los liberales hasta la quinta generación." He dado orden para que se procure averiguar los autores.

Así es como se preparaban también en Cuenca para la manifestación anunciada en favor del Sumo Pontífice.

" Valencia. -Ministro de Gracia y Justicia. -El presidente Audiencia. Han sido arrancados de las esquinas de las calles más publicas de esta ciudad pasquines, en los que el Directorio católico, invocando el nombre de Pío IX ,y su hijo predilecto Carlos VII, incitan a los valencianos a la lucha para destruir lo existente, y entronizar a dicho Carlos bajo la bandera de Dios, Patria y ley; alentado (añade) con las pruebas inequívocas que há tres días está dando el pueblo de amor y fe al altar y el Trono. Se instituyen diligencias. Tranquilidad completa, sin recelo pueda ser alterada por nada ni por nadie."

" San Sebastián. - El gobernador al Sr. Ministro de la Gobernación:

Celebrado ayer en esta capital aniversario Pío IX: sin novedad. En Tolosa con igual motivo hubo iluminación, y un grupo dio voces de viva Carlos VII y muera Amadeo I. Presentóse el alcalde y restableció el orden."

Es decir, Sres. Diputados, que en todas partes (en Madrid por medios más suaves, porque al fin y al cabo es la capital de la Monarquía, en otros puntos por medios más violentos) se ha querido hacer entender que los que tomaban parte en la manifestación que se hacía para celebrar el vigésimo quinto aniversario del Papa, eran partidarios de cierta bandera política. Y como además de esto, ese partido político a que me refiero está diciendo todos los días, creo que imprudentemente para él, que su misión es desacreditar el gobierno representativo; que su misión es destruir la libertad y el ejercicio de los derechos individuales, el partido liberal, todos los partidos liberales, se excitan al ver que se hacen cosas para destruir esa libertad y esos derechos individuales; se irrita de que un partido que no quiere la libertad, que si llega al poder no ha de dejar ninguno de los derechos individuales; que un partido que no reconoce nada de lo que consiga la Constitución, y que dice se propone destruirla, se aproveche de todos los derechos que esa misma Constitución le concede para conseguir sus fines.

No digo yo por esto que ese partido no haya de usar amplia, amplísimamente de todos los derechos que le concede una Constitución que se propone, sin embargo, destruir; pero digo, que eso naturalmente exaspera a las personas que han sufrido persecuciones por ese partido, y creen que van a volverlas a sufrir mañana.

Hay que tener en cuenta, lamentando como lamento los sucesos de anoche, y estando dispuesto en cuanto del Gobierno dependa a que se castiguen con mano fuerte y severa, hay que tener en cuenta, digo, que nos hallamos en una época difícil, que estamos atravesado un período de aprendizaje político por el que muchos pueblos que pasan por maestros de la libertad, y que se precian de tener instituciones liberales, no han atravesado, porque han observado otra conducta distinta. En otros pueblos que se precian de liberales, cuando dos ideas antitéticas, enteramente contrarias, se han puesto [1.792] en pugna; cuando los partidos políticos que la representan han venido a la lucha, al que ha sido vencido se lo ha colocado en situación tal que no ha podido moverse. De esto nos han dado un ejemplo reciente los Estados- Unidos que aún tienen puesto el pie sobre el cueIlo del partido vencido. Lo mismo se ha hecho en Inglaterra y en otros pueblos; pero nosotros hemos ido más allá. Aquí eso han puesto en lucha dos ideas completamente contrarias; la idea reaccionaria, calificada con ese nombre, porque esa es la política que vienen simbolizando los que la representan, y cuyo partido ha sido vencido, primero en el terreno de la ley, y después en el de la fuerza, como le sucedió en el año 40 y cuantas veces ha intentado recurrir a ese medio. VoIvió a Iuchar en el terreno legal, cuando estaban en discusión todas las formas de gobierno; ha sido después vencido otra vez en el terreno de la fuerza, y a pesar de todos estos desengaños, ese partido sigue tan envalentonado, tan engreído, tan...... tan........tan incorregible como si no hubiera sido nunca vencido en cuantos terrenos se ha presentado a luchar.

Y no sólo eso, Sres Diputados, sino que a pesar de haber tenido la Nación, que al fin y al cabo, la Naciones la representada por todos los demás partidos, la generosidad, que no han tenido otras naciones con los partidos vencidos; sin embargo de haber estado vencido en el terreno do la ley, y después, cuando se han echado al campo, en la lucha, se guarde con ellos todo género de consideraciones, cuando se conservan dentro de la legalidad, no se puede llevar la generosidad a un extremo mayor.

Señores, y cuando ve esto el partido liberal, y no hago mención de las diversas partes en que el partido liberal español puede dividirse; y cuando ve que un día y otro día ha hecho sus sacrificios, ha derramado su sangre, ha desparramado sus tesoros para vencer esa causa, y que ha conseguido vencerla en el terreno de la ley y en el terreno de la fuerza una y otra vez, y hasta cien veces; y cuando ve que todavía se cree que va a llegar el caso en que tenga otra vez que derramar sus tesoros y verter su sangre y hacer esos mismos sacrificios, ¿no es bastante motivo y suficiente razón para que el partido liberal esté dudoso, susceptible, se exalte en momentos dados, cuando no teniendo bastante con sus recursos propios y su fuerza propia, se apela a la religión, y cuando quiere quitar a los liberales que son católicos el título de católicos y quieren ellos solos pasar por católicos? Convengamos en que hay alguna otra causa para que el partido liberal pueda estar exasperado, y reprobar algo que yo repruebo y condeno con más energía que nadie, porque aun así y todo, en eso está la libertad; y la libertad estriba en el sagrado respeto a los derechos de los demás por parte de cada uno: y cuando no se respeta el derecho de los demás se debe esperar en el Gobierno, que si sabe cumplir con su deber lo podrá castigar: pero si no, jamás podrán los lastimados tomar por su mano el castigo, porque esto sólo compete a los tribunales.

No tienen, pues, disculpa, no; los sucesos que ayer tuvieron lugar en Madrid, no tienen disculpa ninguna por más que la actitud de ciertas gentes pueda encontrar exculpación en lo que yo acabo de decir; para que el pueblo de Madrid, como los demás, se haga digno de las libertades, es necesario que respete a todo trance la libertad de los demás: no Ia han respetado en Madrid algunos ilusos anoche, pues caiga sobre ellos el peso de Ia ley; el Gobierno está en el deber (que espera cumplir) de que lo mismo sobre los adversarios, que sobre los que se llaman amigos que imprudentemente quisieron impedir a los demás el uso de su derecho, tenga el peso de la Iey; eso es lo que el Gobierno se propone, eso es lo que encarga desde aquí a las autoridades y hará cumplir a todas, y caerá sobre ellos el castigo de la ley.

Sepan, pues, los unos y los otros, amigos y adversarios, que no hay más remedio, para dar la libertad y el sosiego que este país necesita, que la moderación en el uso de los derechos, y la tolerancia y la prudencia necesarias para dejar libertad amplía a los adversarios en sus derechos; sin lo uno y sin lo otro no es posible la libertad, no es posible el orden, no es posible la paz, ni es posible la justicia, y el deber del Gobierno es hacer posibles todas esas cosas. Los adversarios, bajo el peso de la ley, dentro de la ley, pueden usar el plan que gusten; pero si no, el castigo tendría el cuidado de reprimir los atentados: y los que se llaman amigos, también pueden moverse dentro de la ley, pero sin perturbar nunca, por nada ni por nadie, el derecho de los enemigos, siquiera los consideren los mayores, porque deben saber que caen el rigor de la ley sobre los enemigos y sobre los que se llaman amigos, que aunque se lo llamen no lo son, porque no es amigo del Gobierno el que no cumple la ley, sino que es enemigo del Gobierno, porque es enemigo de las instituciones y enemigo de la libertad. (El Sr. Marqués de Sardoal pide la palabra.)



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